jueves, 13 de noviembre de 2008

Recuerdos de frutas.

Él, era un hombre hermoso. No solo por sus facciones joviales, sino también por ese molde que había sido curtido por el sol...había tostado el marfil macizo para convertirlo en un dorado acaramelado que definiría muy bien su carácter: dulce.
Su altura, aunque encorvada por los años, le daban un porte antiguo, como esos relojes enormes que tanteaban el tiempo sin correr...como él. Y Sus ojos marrones diluídos proyectaban un eterno enamoramiento,
un amor profundo hacia su esposa ya muerta,
amor por sus viñas, sus vinos...
y sus grandes campos verdes.
Donde el mango y la cereza eran mis perfumes favoritos
de niña y hasta ahora.
Entrar a su casa era descubrir la magia pura...en su expresión mas divertida...
oler el cafe y la miel y sentir un calor acogedor; como un abrazo implícito.
Él, un roble viejo pero vivaz fue quien me enseñó a querer...
a querer de verdad y a entender la vida como un juego de sabios.
- Ah pues si quieres ser sabia hijita, tienes que jugar con la cabeza pero sin dejar lo de acá- y se tocaba el pecho.
Con cada visita, una historia nueva...con cada historia más lo quería.
Y me abrazaba mientras veíamos como caía el sol para dejar que la luna se asomara en el cielo.
y no me aburría.
El tenía 80 y tantos y yo 15, pero nos complementábamos como la uva y el vino-decía. Tu eres la uva...y yo el vino... nunca te olvides hijita, que tienes este viejo, que lo tienes para siempre.
Pero como olvidarlo.
Como olvidar su viejo sillón en el que se sentaba con su sombrero cubano (que le había regalado Fidel...me mentía) como olvidar las infinitas tardes en las que me recomendaba un libro y yo me echaba a leer debajo del "Palomar"de esos árboles de flores moradas que mandó a sembrar para mí...y el me miraba hasta que me quedaba dormida...

Pero la vida, como las parras, producen mucho pero un día se secan para siempre.
El se despidió de mi un sábado que llegué a visitarlo
que me quería
que fuera buena
que me cuidara


que yo le di una gran felicidad.

Y de todos los halagos que me han dado(que no son muchos).
Ese ha sido el mejor.
Dicen que recordar es volver a vivir.
Por eso el vive en mi todos los días.
Aunque ya no huela ni a cereza ni a mango.

No hay comentarios: