entonces le dijeron que habia que morir algún día, porque, claro, somos seres mortales. Que estamos de pasada y que hay que vivir la vida como si fuera el último minuto.
El, de brazos cruzados, pensando y sonriendo a la vez, dijo:
¿morir?
eso debe ser una aventura
increiblemente divertida.
El viejo parpadeó y luego se acomodó los anteojos. -¡qué rara es esta juventud!
y despacito fue saliendo con una taza de café en la mano, mientras ese chiquillo, precoz y altivo
le seguía sonriendo, aún cuando ya no sabía por qué.
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